Ya terminan las fiestas navideñas y volvemos a la naturalidad del día a
día, todavía con la resaca de las fiestas en forma de kilos de más, un vacío
pronunciado en la cartera y el desasosiego de tener que volver al trabajo como
todos los días. Sin embargo, y a pesar de que disfruto estas fiestas como el
que más, me ha dado por reflexionar un poco acerca de ciertas cosas,
especialmente en como viven los niños esos días de fiesta que más ilusión les
hacen, basados en regalos, como son la Navidad y Santa Claus o la noche de
reyes y los reyes magos.
Antes de continuar, ya sé que muchos se me van a tirar al cuello por
esta opinión. No hay cosa que le toque más las narices a la gente que escuchar
a un agorero jodiéndole las ilusiones o cuestionando sus dogmas. Sin embargo, a
pesar de que respeto el derecho de otros a opinar acerca de la profesión
liberal de mi madre, es el mismo derecho que uso para decir, alto y claro, que
los reyes magos y Santa Claus, son una fábrica de enanos cabrones.
De unos cuantos años para acá, hemos visto como en cuanto a la
educación de los menores, nos hemos ido pasando de un extremo al otro. A mis
padres, cuando el profesor les daba un toque a los padres de estos acerca de
algún mal comportamiento, les calzaban una ostia. Antes, cualquier adulto por
la calle podía reñir a un niño si hacía algo mal y los padres estaban completamente de acuerdo con esto,
siempre que fuera justo.
Sin embargo, hoy en día, si un
profesor tiene la osadía de avisar a un padre de algún mal comportamiento de su
hijo, o si saca malas notas, el padre se encara con el profesor aunque el
responsable último sea su propio hijo. Si un niño está cometiendo alguna
trastada o se comporta de manera incívica, no se te ocurra reñirle y mucho
menos chivarte a sus progenitores, ya que aun te calzarán una ostia. A esto
sumémosle como, a lo largo de estos años, los valores inculcados por los medios
de comunicación enfocados a la empatía y solidaridad con los demás está menguando,
enfatizando la competencia al más puro estilo capitalista.
En este contexto, conviene señalar que una tradición consistente en
hacer creer a un menor que, ya de por sí tiene cierta tendencia a creerse con
derecho a todo, que un o unos seres imaginarios a los que no conoce
absolutamente de nada tienen la obligación de traerle un día concreto del año
lo que a él se le antoje, porque sí, porque le han dicho que es una tradición y
que va a misa, debería ser un delito educativo.
Pongamos que, en realidad, se incluya una cláusula que obligue al niño
a portarse bien o de lo contrario recibirá carbón en vez del regalo acordado.
Para empezar, a los padres les come el alma la posibilidad de traumatizar a su
retoño, así que al final, aunque el niño haya sido todo el año un pequeño hijo
de puta, acaba recibiendo su premio. Pero imaginemos que no sea así y que
realmente se cumpla el trato inflexiblemente ¿Que lección estamos enseñando al
menor? Que portarse bien y respetar a los demás es un trabajo que merece ser remunerado.
Es la lección perfecta para crear al típico trepa pelota de oficina que solo
lame el culo a quien le puede aportar algo.
Luego está el tema de las creencias.
Partimos de la base de que la inmensa mayoría de familias que celebran
estas tradiciones son cristianas, seguidoras de una religión, evidentemente.
Esta misma gente sabe que los reyes magos o Santa Claus no existen realmente,
pero les enseñan a sus hijos que si. Pongámonos entonces, en la posición del
niño que descubre que realmente no existen ninguno de estos personajes
vinculados estrechamente a la religión católica... y pongamos que, fruto de una
serie de correlaciones lógicas el menor pregunta ¿Entonces, dios también es
inventado?
Hay que pensar que,
comparativamente, estamos hablando de dos personajes que todo el mundo afirma
que existe pero nadie ha visto (de hecho, a los reyes magos, al menos, los
vemos en las cabalgatas). Por más que digan unos u otros, hablamos de entes de
los que no pueden demostrarse su existencia ni su no existencia (al menos en el
caso de Santa Claus y los reyes magos existen referencias históricas de que
existieron en el pasado) Así que ¿como le dices a un menor que llega a esta
conclusión lógica que uno es imaginario y el otro no?
Los reyes magos son, junto a Santa Claus, no solo una fábrica de enanos
cabrones, sino también una fábrica de ateos... y no lo digo despectivamente, ya
que mi ateísmo comenzó gracias a este pensamiento. Pero esto debería hacer
pensar a alguien que no quiere que su hijo pierda la fe, si esta tradición no
es una trituradora de creencias.
No me gustaría que se me malinterpretara, ya que me gusta esta
tradición, pero creo que sería mucho más honesta si se hiciera explicando a los
niños que es una tradición que se hace por amor de los padres a sus hijos, sin
obligaciones de por medio, sin mentiras extrañas... para estimular la
imaginación de un niño basta con contarle la historia, no hace falta engañarlo
para que se la crea inocentemente. Es un insulto a la inteligencia de los
niños.
Bueeno!! ya he dicho lo que tenía que decir,así que como ya me he
quedado a gusto, aquí lo dejo. Un saludo y hasta la próxima!!
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Tu entrada me toca los huevos porque...